El desconocido perfil de uno de los militantes socialistas más queridos en el partido.
Amigo íntimo de Michelle Bachelet y del presidente del PS Camilo Escalona, hombre clave en la clandestinidad, "anfitrión" de los exiliados en la RDA, formado en la Unión Soviética y Cuba, primer miembro del comando bacheletista, asesor presidencial en La Moneda. El recién fallecido Francisco Mouat Justiniano era considerado "un imprescindible" y "un valiente" en su colectividad.
GABRIEL PARDO
Esta semana la Presidenta Michelle Bachelet partió a Argentina triste como pocas veces en su vida.
El domingo al mediodía había llegado a la Iglesia San Francisco sin guardaespaldas a despedir a uno de sus más grandes amigos y uno de los hombres más queridos en el PS, Francisco Mouat Justiniano, fallecido de cáncer al colon a los 58 años.
Mouat, quien tenía oficina en La Moneda y era uno de los hombres de mayor confianza de la Presidenta, sería despedido por cientos de militantes que incluso enviaron condolencias desde más de 10 países.
La Mandataria no pudo quedarse otro día para estar en el funeral. Y le dijo a la viuda de Mouat varias veces: "Lo lamento, lo lamento".
En el avión presidencial, rumbo al cambio de mando argentino, Michelle Bachelet estuvo silenciosa. Tal vez haciendo memoria.
La historia desconocida
Hijo de un matrimonio modesto del barrio Matucana nace Francisco Mouat el 6 de abril de 1949. En dos piezas viven sus dos abuelos, su tía, él y su madre. Su padre murió pronto, en un trágico accidente automovilístico en que cae al mar en Concón. Francisco tenía dos años.
Ya en su adolescencia ve a su madre trabajar por Salvador Allende, el año 64, cuando perdió la elección presidencial frente a Frei Montalva. Era un día 4 de septiembre. Esa noche Mouat fue a buscar a su madre a la Casa del Pueblo, en calle Catedral, donde se reunían las mujeres que apoyaban al socialista. Por primera vez vio al candidato en persona. Esa noche, ante el público, Allende dijo que se había perdido una batalla y no la guerra. Sorpresivamente, se acercó al delgado y desconocido Francisco, le tocó la cabeza y dijo: "Esta generación es la que está llamada a hacer el cambio en Chile".
Fue una señal para él.
Mouat, un fanático de Colo Colo, dejó por esos días el fútbol y se hizo socialista.
Cuando Allende ya había llegado a la presidencia, Mouat ya era un activo militante que estudiaba los manuales marxistas de Marta Harnecker, era dirigente sindical de la salud en el Hospital Traumatológico y trababa contacto con el dirigente secundario Camilo Escalona. Por esos días también conoce a Michelle Bachelet, una joven dirigente estudiantil de la Universidad de Chile. Se convertirán en dos de sus grandes amigos.
Llega el golpe militar. Mouat lo pasa en el cordón industrial de Cerrillos. Termina durmiendo en una chacra camino a Valparaíso. En el hospital, él y su madre están primeros en una lista de "no gratos", según relataría años después.
El Partido Socialista pasa a la clandestinidad. Mouat vive en distintas casas. Se refugia toda la noche y un día entero en un estrechísimo baúl donde guardan los tragos en un cabaret de Pudahuel. En otro momento, una amiga lo llama en la calle por su nombre en el centro de Santiago, pero él sigue de largo sin voltearse.
Junto a Exequiel Ponce, Carlos Lorca, Ariel Mancilla y Ricardo Lagos Salinas, entre otros, contribuye a organizar el PS en la clandestinidad. Todos terminarán muertos. Sólo Mouat logra salvar con vida. Desde ese momento comienza a acuñar la frase de que "vive de prestado".
En 1975, sorteando la persecución, ocupa la casa de una tía en Cartagena. Llega con su mujer y su hijo. En esa casa se refugia en sus últimos días Exequiel Ponce, conocido como "el viejo".
Mouat continuó clandestino. Su chapa era "Arturo". Pero le hacen saber por recados que no hay recursos para ayudarlo. Así que, en 1978, con ayuda de un artesano amigo, crea documentación falsa para salir de Chile. Levantan la foto de un antiguo carnet con vapor de una tetera y la reemplaza por otra. Parte a Argentina en época de la fiesta de la vendimia cuando hay alto tráfico. Luego a Paraguay, a Brasil, a Perú. Desde ahí a Europa.
"El imprescindible"
Así llega a la República Democrática Alemana. Se encarga de la organización del PS en el exterior. Volverá a tener estrecho contacto con Camilo Escalona y Michelle Bachelet, quienes participaban de actividades de apoyo al partido desde el extranjero. También trabará contacto con Juan Carvajal, quien hoy está al mando de la Secretaría de Comunicación en La Moneda y es otro de los amigos históricos de la Presidenta.
En Berlín había una casa dispuesta para que se organizaran los socialistas chilenos. Son esos los días en que forjan una estrecha amistad.
"Mi papá me contó que se encargaba de la formación de la gente que venía de Chile y de preparar la entrada clandestina de militantes PS al país. Incluso le ayudó a aprender español al senador Juan Pablo Letelier que venía de Estados Unidos y apenas hablaba", cuenta su hijo Francisco (33), quien lo pudo conocer sólo a partir de los cinco años y desde los 11 comenzó a visitarlo todos los veranos en Berlín porque vivía en Suecia junto a su madre.
Mouat, como se suele decir hoy en el PS, era "un imprescindible": recolectaba carnets que se pudiesen usar en Chile, preparaba certificados de estudios y contratos de trabajo para mantener la organización clandestina. "Fueron centenares los militantes protegidos que entraron y salieron del país gracias a su trabajo de hormiga", relata uno de sus amigos.
"Pancho era la familia que uno tenía en Alemania. Con su humanidad cubría esas ausencias y te ayudaba en todo lo que podía", recuerda Gastón Fuentealba, dirigente socialista de Recoleta que fue recibido en Berlín.
De aquellos años Francisco Mouat hijo recuerda cuando su padre le presentó orgulloso a Clodomiro Almeyda, secretario general de un escindido PS que también estaba comandado por Carlos Altamirano. Sólo años más tarde le contaría a su hijo que también recibió formación en Cuba, en la Unión Soviética y en Berlín. "Por ejemplo, a mi papá le enseñaron a bajarse de un auto en marcha o chocar en auto contra una pared en casos de emergencia", revela su hijo mayor.
El "Pancho", de reconocida valentía entre sus pares, se transformaría en el compañero y colaborador inseparable de Almeyda en largos viajes. "De Berlín a Moscú, de Moscú a Buenos Aires, de Buenos Aires a México, de Madrid a La Habana, de la Habana a Moscú, de Moscú a Estocolmo, de Estocolmo a París, de París a Madrid, de Madrid a La Habana...", enumeró emocionado Camilo Escalona en sus funerales.
Era, según sus cercanos, el colaborador perfecto. Discreto, tenaz, organizado y muy hábil haciendo "cobertura a sus compañeros" o "inventando qué pantalla tener en el caso de que los tomara la CNI en el aeropuerto".
Será el propio Mouat quien prepara la llegada clandestina de Almeyda a Chile en 1987.
Incluso, en uno de sus periplos, está presente en una reunión de trabajo en Beirut entre Almeyda y Yaser Arafat justo en los días en que Israel bombardeó la ciudad. El encuentro se realiza en un quinto subterráneo para sortear el ataque.
Con el regreso a la democracia se decidió, por indicación de Almeyda y Escalona, cerrar la oficina en Berlín. Pero todavía le quedaría a Mouat ver con pesar la caída del muro en el país que lo había acogido.
El regreso
De vuelta en Chile, Francisco Mouat se convirtió en presidente del comunal Huechuraba en el partido. "Nunca quiso grandes cargos, ni ser alcalde ni diputado ni senador. Aunque le ofrecieron muchas veces", cuenta Eduardo Núñez, militante que trabajaba junto a él en el grupo de Avanzada Presidencial hasta hace muy poco.
En Chile volvió a tener un contacto fluido con la "compañera Michelle" y el "compañero Camilo". De hecho, fue jefe de gabinete de este último cuando fue presidente del partido. Y tan transversal era la confianza que le tenían al "Pancho" que una vez que Gonzalo Martner fue en timonel del PS lo mantuvo en el mismo cargo.
Pero siempre prefirió el bajo perfil. Su segundo hijo, Nicolás (23), quien vive en Suecia, sólo pudo conocer a su padre a los 17 años, cuando vino a Chile con esa misión. "Fuimos a La Moneda y todos me saludaban efusivamente diciendo 'ah, tú eres hijo de Pancho Mouat'. En ese momento supe lo importante que era mi padre en Chile", cuenta.
Por esos días, el "silencioso, pero tallero" dirigente también encuentra el amor en una secretaria del PS, Mariana Zamorano, que lo acompañaría hasta sus últimos días.
Vida de chofer
Antes de que hubiese comando bacheletista, el primer colaborador que tuvo la precandidata el año 2005 fue Francisco Mouat. "Si uno quería hablar con ella, tenía que pasar por Pancho. Ella le tenía infinita confianza", revela un ex miembro del comando.
Por esos días fue tímidamente señalado en la prensa como "chofer" de Michelle Bachelet. Pero en su entorno reconocen que era mucho más que eso. "Mi papá -revela su hijo Francisco- sabía perfectamente cuál era el lugar más seguro en que la candidata tenía que sentarse en un auto y el primero que se daba cuenta cuando un auto los iba siguiendo. Casi siempre eran reporteros".
En esa intensa temporada de viajes por todo el país el asesor de Bachelet evitó toda fotografía. No quería figurar.
Su amiga Michelle llegó a La Moneda y lo premió con un cargo en Palacio dentro del grupo de Avanzada Presidencial.
Diagnóstico: cáncer
Mantuvo su fama de "imprescindible".
Era el encargado de visitar días antes los lugares donde asistiría la Presidenta, solucionar problemas pendientes con las organizaciones y velar por su seguridad.
Hasta tuvo anécdotas. "En Rancagua había un tipo que siempre aparecía con un cartel protestando y se logró que fuera entrevistado en una radio cada vez que la Presidenta visitaba la sexta región. Así no apareció más el cartel", cuenta un cercano.
Mouat podía trabajar 15 horas diarias. Sin descanso. Pero un día, en medio de un asado, se sintió mal. Dejó de comer. Le comenzó a doler el estómago. A Mariana, su mujer, le extrañó.
También le extrañó a su amiga Michelle. En un almuerzo en Cerro Castillo el 24 de septiembre del año pasado, la Presidenta lo miró y le dijo: "Pancho, te ves muy guapo delgado, pero no te ves bien. Puedes estar enfermo". Ese mismo día fue auscultado por el médico de Bachelet, José Miguel Puccio.
Días más tarde vinieron los exámenes en el hospital de la Universidad Católica. Él no quiso revisarlos. Su mujer sí.
Cáncer.
Cuando se atrevió a mirar los papeles, Francisco Mouat, famoso por su valentía, lloró amargamente.
Era el cumpleaños de su pareja. "Pero ese mismo día bromeó diciendo esta es la última cena", recuerda Mariana.
Vinieron quimioterapias y hospitalizaciones. El primer día que estuvo internado llegaron 300 personas a verlo, incluida la Presidenta, que luego repetiría sigilosa múltiples visitas en las que se quedaba hasta una hora al lado de su amigo.
Su pareja, Mariana, optó por dejar un cuaderno para que la gente dejara sus saludos. Se alcanzaron a llenar tres completos de 100 páginas cada uno.
Al terminar el año pasado fue el invitado especial de la Mandataria a la cena con sus ministros y subsecretarios. El asesor presidencial se levantó de su cama de hospital, se quitó el catéter y partió. Todos se alegraron de verlo.
Pasó lo mismo en marzo de este año, en el Consejo General del Partido. Un más recuperado Mouat se hizo presente en el edificio Diego Portales. El presentador lo mencionó y la gente se puso de pie aplaudiendo atronadoramente.
En abril, su mujer celebró su cumpleaños con los amigos cercanos en un restaurante cuyos dueños habían estado en la RDA. Aunque la Presidenta no pudo asistir, le envió con su edecán un cuadro que está colgado en su casa de Maipú.
Pero su condición empeoró. Y volvió al hospital. Hasta que llegó el día. El sábado en la noche le anunciaron a la familia que le quedaban pocas horas. Ya estaba en estado de coma.
Entonces su mujer llamó a algunos de sus amigos más cercanos. Ahí estuvieron al pie de la cama Camilo Escalona y su mujer; Eduardo Núñez, de la Avanzada Presidencial; Claudia Hernández, la secretaria privada de la Mandataria; y sus hijos, incluidos los dos que viven en Suecia.
Decidieron despedirlo con su música favorita. Los Ángeles Negros. Y vieron como ante el estímulo movió sus manos por última vez.
Al funeral asistieron cientos de militantes y llegaron condolencias de Francia, Siria, España, Bélgica, Uruguay, Canadá y Suiza, entre otros países.
Antes de morir, Francisco Mouat decidió que lanzaran sus cenizas al mar. "Para reencontrarme con mi padre y seguir siendo un hombre libre", dijo una vez en su cama de hospital.
Era, según sus cercanos, el colaborador perfecto. Discreto, tenaz, organizado y muy hábil haciendo "cobertura a sus compañeros" o "inventando qué pantalla tener en el caso de que los tomara la CNI en el aeropuerto".
Mouat, como se suele decir hoy en el PS, era "un imprescindible": recolectaba carnets que se pudiesen usar en Chile, preparaba certificados de estudios y contratos de trabajo para mantener la organización clandestina.
Antes de morir, Francisco Mouat decidió que lanzaran sus cenizas al mar. "Para reencontrarme con mi padre y seguir siendo un hombre libre", dijo una vez en su cama de hospital.
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