domingo, 16 de diciembre de 2007

Informe sobre ciegos

La comisión investigadora del Transantiago -sus resultados principiaron ya a conocerse- cuenta con dos opiniones que divergen no en los hechos, sino en los calificativos que emplean, sobre todo para referirse a la conducta de Lagos. En esa disputa -si acaso fue la negligencia o la imaginación la culpable del Transantiago- se juega el tipo de estándar que aplicaremos a los gobernantes en el futuro.



Carlos Peña

Al ex Presidente Lagos se le imputa, en el voto de minoría, "negligencia inexcusable". Ello equivale a afirmar que Lagos no tomó ni siquiera las mínimas cautelas que cualquier persona, puesta en su misma situación, habría adoptado. En el lenguaje legal esa imputación de responsabilidad importa sostener que el ex Presidente Lagos, a la hora de decidir el plan, no obró ni siquiera con el cuidado que una persona torpe emplearía a la hora de cuidar sus propios negocios.

No es que la vara esté muy alta -después de todo, se le reprocha no haber actuado como lo habría hecho un sujeto descuidado-, pero el reproche es fuerte.

En suma, a Lagos la oposición le imputa actuar con algo que no es dolo; pero que se le parece.

La Concertación al referirse al ex Presidente hizo algo todavía peor. Le reprocha que "su sentido de futuro y su impronta creadora no haya estado acompañada de un diseño institucional sólido". Claro, no tiene la dureza del lenguaje de los abogados; pero posee la fría ironía de un informe psicológico: decirle a alguien que los errores que comete son fruto de su "impronta creadora", es como decirle que es víctima de megalomanía o de su imaginación.

A veces el lenguaje legal es menos hiriente que la jerga de los psicólogos. A veces es mejor que a uno le digan que se portó mal, que fue negligente, a que le digan que fue víctima de sí mismo y que su imaginación lo hace tropezar.

Y es que lo primero tiene remedio; lo segundo, no.

¿A qué se debe esa involuntaria agresión contra el ex Presidente, de parte de sus propios partidarios, que en vez de tratarlo como un político sometido a escrutinio, lo tratan como si estuviera sentado en el diván?

Al leerlo da la impresión de que en el informe de la mayoría se hubieran filtrado, por el tortuoso camino de la escritura y de los eufemismos, viejos rencores en contra del ex Presidente. Como si el inconsciente de alguien, humillado alguna vez por la personalidad de Lagos o sometido por su fuerte voluntad, hubiera encontrado ahora la oportunidad de pasar la cuenta echando mano al eufemismo hiriente: ¿qué mayor forma de maltratar a alguien que golpearle el hombro, mostrarle las ruinas, y decirle que su responsabilidad en ellas es tener demasiada "impronta creadora"?

Frente a esa forma de condescendencia -se condesciende con los incapaces o con los niños-, es mejor una acusación clara, como la de la oposición. Excesiva, pero clara.

A juicio de la Alianza, el ex Presidente actuó con un nivel de descuido semejante al que emplea ordinariamente un hombre torpe. Como si en vez de no mirar, o mirar con descuido, hubiera cerrado los ojos; como si en vez de oír mal, se hubiera tapado deliberadamente los oídos; como si en vez de frenar, hubiera inexplicablemente acelerado.

Es excesivo; pero es un estándar que uno puede aplicar a un político sometido a escrutinio.

Pero no es ese el caso del informe de mayoría en lo que se refiere al ex Presidente. Ese informe no fija un estándar: insinúa un diagnóstico de personalidad que daña a Lagos y que no servirá de nada hacia el futuro.

Usted puede decirle a alguien que no se comportó como debía -que no adoptó las precauciones que podría haber adoptado, que no miró antes de virar, que no evitó beber antes de manejar y cosas semejantes-, pero no puede afirmar, sin transgredir la tenue línea del respeto, que el problema es su personalidad. Porque en ese caso -como se sugiere en Rey Lear- los seres humanos seríamos "torpes por necesidad o idiotas por obligación".

Pero esos son los problemas que ocurren cuando se habla con eufemismos y se elude la pregunta fundamental: ¿hubo o no responsabilidad del ex Presidente más allá de la que tiene el capitán del barco que se hunde sea lo que fuere que él hubiera hecho? La respuesta a esa pregunta es quizá la más importante de todas porque fijará el tipo de conducta que estamos dispuestos a exigir a quienes alcancen el poder y administran el Estado. Responder esa pregunta ayudará a los ciudadanos a saber cuáles son los deberes de cuidado cuyo cumplimiento podremos exigir en el futuro a quienes nos gobiernan.

Desgraciadamente en este caso las pasiones ponen en riesgo una respuesta reflexiva a esas preguntas.

La derecha, movida por la pasión de la competencia, ha pecado de exceso. La Concertación, movida por una mezcla de lealtad y rencor, de falta. Aunque la verdad sea dicha -maldición- para el ex Presidente es mejor el informe de la primera que de la segunda.

Y es que siempre es mejor ser acusado de actuar de manera negligente, que de poseer demasiada creatividad. Más no sea por aquello que decía Santa Teresa de que la imaginación es la loca de la casa.

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