domingo, 6 de enero de 2008

Bachelet ante la incertidumbre de su segundo tiempo

Reportajes El Mercurio, Domingo 6 de enero de 2008

El cambio de intendentes que no convenció al oficialismo. Los costos para la autoridad presidencial. El "ninguneo" del que se quejan en el La Moneda. El consenso de los partidos en torno a Pérez Yoma. La broma de Bachelet que no cayó bien en la Concertación. La presión para derribar la última premisa del bacheletismo. 15 focos de atención para intentar comprender qué es lo que viene.



NELLY YÁÑEZ y SERGIO ESPINOSA

Desde 1831 que en Chile no se registraba una renuncia a la cartera de Interior.

Aun así, la dimisión de Belisario Velasco mantiene características inéditas, porque de acuerdo al registro histórico, Diego Portales era biministro de la administración de José Joaquín Prieto y, aunque dejó Interior, mantuvo la cartera de Guerra y Marina. En cambio, Velasco se alejó definitivamente del gabinete. El jueves 3, luego de 539 días en el cargo, le comunicó a su equipo que la situación no daba para más. Molesto por la constante marginación en la toma de decisiones, desde hacía 15 días venía pidiendo una reunión con la Presidenta Bachelet, pero no había obtenido respuesta. Incluso, el miércoles se acercó a la gobernante -al término de una reunión sobre el Transantiago a la que no había sido invitado- y le comunicó que necesitaba urgente hablar con ella. "Por supuesto", fue la respuesta. Pero no lo llamó. Sólo lo convocó a su despacho a las 18:15 horas del jueves, cuando la información había sido publicada por el portal "Cambio 21" y el segundo piso era notificado que si Velasco no era recibido, éste iba a renunciar vía carta.

Para los habitantes de La Moneda, la renuncia del jefe de gabinete sinceró una situación: el "ninguneo" que dicen sufrir los funcionarios de Gobierno en todos los niveles y la complicación que ese tipo de prácticas ha significado para el trabajo diario. De hecho, Velasco no fue invitado al almuerzo de cierre de año con la prensa, no fue informado de que Francisco Vidal era el reemplazante de Ricardo Lagos Weber, no fue incorporado a la reunión sobre la fórmula para nuevos recursos del Transantiago y supo por otras vías -aunque era un tema de su competencia- que se estaba analizando el ajuste de intendentes que se concretó el viernes. La coincidencia en Palacio es que el hermetismo y menoscabo deben terminar y que en la administración Bachelet hay una crisis de estilo y de trato.

Un complejo inicio tuvo el primer "Gobierno en terreno" de 2008, que debía realizarse el viernes. No sólo porque un rebelado Belisario Velasco había advertido que no iba a participar, sino porque su abrupta dimisión obligó a varios -como el vocero Francisco Vidal y el secretario de la Presidencia José Antonio Viera-Gallo- a quedarse en Santiago. Lo peor de todo es que los que sí fueron, se encontraron con intendentes a los cuales la Presidenta les había pedido la renuncia. En los distintos ministerios se reconoce que la desorientación era tal que muchos secretarios de Estado no sabían si seguir en regiones o devolverse.

Hasta el jueves, cuando Belisario Velasco aún no golpeaba el tablero político, en el Gobierno se creía que el esperado ajuste ministerial se produciría antes del 16 de enero. La razón es que la Presidenta Bachelet le había encomendado a su jefe de gabinete, Rodrigo Peñailillo, organizar el primer consejo extraordinario de ministros del año, en regiones, esta vez en la localidad sureña de Puerto Cisnes. La idea, aseguran quienes conocen el tema, era estrenar formalmente al nuevo equipo de ministros en la mencionada cita, marcando así el inicio del anunciado "segundo tiempo" de la administración Bachelet. "La nueva etapa comenzaba bien: encuestas como Adimark mostraban un repunte del gobierno, la expulsión de Adolfo Zaldívar no fue tan grave y se trabajaba en la reforma previsional como gran meta para este año", se lamenta un dirigente PPD.

La renuncia indeclinable de Belisario arruinó el plan, ya que instaló una sensación de crisis que La Moneda no deseaba para inaugurar la segunda mitad del período. Con todo, se asegura que los planes se mantienen firmes para la misma fecha.

A nivel político, la Presidenta pagó el precio de decisiones tardías. Hay coincidencia en que si hubiera hecho el ajuste en diciembre, como se planteaba en la Concertación y en el propio gobierno, se habría ahorrado la sensación de crisis y de desgobierno. Y, más importante todavía, habría terminado con la sensación de inmovilismo del aparataje estatal ante ministros que no se atreven a tomar decisiones de mayor envergadura porque no saben si siguen o no en sus cargos. Incluso, el jueves y viernes las llamadas hacia La Moneda se sucedieron para saber qué pasaba con los titulares de las distintas carteras, pues desde Palacio no hubo ninguna señal de tranquilidad hacia ellos.

Más aún, la broma de la Presidenta el viernes, durante un acto por la firma de proyecto para las pymes, cuando les dijo a los secretarios de Estado presentes que "no se caiga nadie de las sillas" porque haría todos los cambios que se requieran, incluyendo la búsqueda de las personas idóneas para la segunda etapa, no fue del agrado de las colectividades. "Aunque en un rebaño los corderos sepan que van a morir, el pastor no anda recordándoles con un cartel que los va a matar", grafica un personero socialista.

Que en un lapso de tres semanas dos ministros del equipo político (más René Cortázar) presentaran sus renuncias no sólo es un hecho inédito en la historia de la Concertación. También es, para el propio oficialismo, un pésimo precedente. "El contraste entre la salida triunfal de Lagos Weber y la salida forzada de los ministros que va a cambiar le hace muy mal al gobierno", declara un dirigente DC. Para él, por mucho que las renuncias del ex vocero y de Velasco sean distintas en su origen y consecuencias, constituyen un debilitamiento de la figura presidencial, quien es por norma la que determina el cese de las funciones de un secretario de Estado.

En La Moneda reconocen que la Presidenta estaba dispuesta a tomar como casos especiales sólo los de Lagos Weber y Cortázar, quien está firme en Transportes por la necesidad de seguir trabajando en la solución del Transantiago. Pero nada más. Por eso se indignó con la decisión de Velasco de precipitar su dimisión y de que éste la planteara como irrevocable, negándose a esperar unos días. Hoy la gobernante aparece forzada a provocar el tan dilatado cambio de gabinete, en tiempos que no quería y sin tomar las riendas del proceso. "Además, esto la obliga a hacer quizás un cambio más improvisado del que quería inicialmente, por la premura con la que se le está pidiendo actuar", acotan en el PPD.

El análisis en la propia sede de Gobierno es que el liderazgo de la Presidenta resultó gravemente lesionado. Porque no sólo fue sorprendida con la renuncia de Velasco, sino que quedó en claro que, a diferencia de sus antecesores, a ella sí le renuncian los ministros. Además, no fue capaz de prever lo que venía, se confió en que podía dilatar la situación y quedó ante el país sin nombre de recambio para Interior y acudiendo a la fórmula de la suplencia usada por Salvador Allende en los 70. El control de daños arroja más problemas: que el diseño de imagen que ha impulsado Francisco Vidal no ha funcionado ante incendios reiterados y que a éste se le ha visto con menos serenidad que la que tuvo en la administración Lagos para afrontar los problemas.

Para algunos observadores políticos, la situación por la que atraviesa Bachelet tiene un precedente. Cuando el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle enfrentaba las turbulencias políticas y económicas derivadas de la crisis asiática, en los dos últimos años de su administración, optó por delegar gran parte del poder a José Miguel Insulza. Pese a que el "Pánzer" se desempeñaba como ministro Secretario General de la Presidencia y no estaba en Interior -cargo que ocupaba el DC Raúl Troncoso-, en la práctica ejerció como el hombre fuerte del gabinete hasta el fin de ese gobierno. "Bachelet podría también delegar parte de su poder a un ministro, pero el problema es que no tiene elenco y, en este momento, ni siquiera un jefe de gabinete", resume un personero del PS, quien advierte en todo caso que nadie cree que ella estuviera dispuesta a ceder cuotas de poder a un secretario de Estado que pudiera hacerle sombra.

El nombramiento de ministros sin agenda propia ni ambición política era uno de los pocos pilares fundacionales que quedaban en pie sustentando la asunción del "bacheletismo". La idea detrás de ello era que sus colaboradores se dedicaran 100% a trabajar y no a cimentar carreras políticas. Pero luego que los otros -la paridad de género, las caras nuevas, el carácter ciudadano y la meritocracia- se derrumbaron con los sucesivos ajustes ministeriales, los propios partidos de la Concertación están presionando para acabar con el restante. "La contradicción vital de Bachelet es querer colaboradores sin ambición ni poder propio, pero ahora tendrá que renunciar a ese principio si quiere verdaderamente rescatar su gobierno", sentencia un importante dirigente de la Concertación, para quien la gobernante no puede caer en el error de nombrar a un jefe de gabinete sin capacidad de ejercer el poder, liderar el equipo político -conteniendo al vocero Francisco Vidal, si éste se mantiene en el cargo - y con buenos nexos con los partidos.

Considerando que Vidal es hoy el Ministro más "empoderado" del equipo político -tanto, que el propio Belisario Velasco resintió las "intromisiones" del vocero en temas de su cartera-, en la Concertación coinciden que a la Mandataria le será difícil encontrar un candidato para Interior que acepte jugar un rol secundario bajo ese esquema.

"Todos los partidos creemos que llegó la hora de poner a un ministro del Interior de verdad si se quiere hablar de un segundo tiempo del gobierno y no simplemente de los descuentos. Y el consenso está en Edmundo Pérez Yoma", reconoce un miembro de la mesa PPD, para quien sería un grueso error político quitarle el cupo a la DC, luego que el partido expulsara al senador Adolfo Zaldívar de sus filas argumentando su deslealtad con el gobierno.

Pero incluso si Bachelet se allana al nombre que los partidos proponen insistentemente, en la propia DC hacen ver que ni él ni nadie aceptaría el cargo sin poner condiciones, como las pidió el propio vocero antes de aceptar su segundo desembarco en La Moneda, o sin saber cuál es el diseño de gobierno con el cual tendrá que trabajar.


Si la renuncia de Velasco sorprendió a todos los partidos del oficialismo por igual, lo mismo ocurrió con la reacción de Bachelet de responder efectuando cambios a nivel de los intendentes. Y como pocas veces, existe una molestia transversal en la Concertación.

"Esto es una vergüenza que supera todos los límites -opina un analista del PS-, el cambio fue sólo una medida para ganar tiempo y no se entiende que lo haga sin tener un ministro del Interior antes, quien es por lógica el que deberá entenderse con ellos". Lo mismo opina un conocido parlamentario del PPD, para quien "partimos el segundo tiempo con una pata coja. Se nombró a un equipo de tercera división; salvo Sergio Galilea, el resto de los nuevos intendentes son buenas personas, pero no tienen el peso político que se necesitaba para reforzar el trabajo en las regiones".

"En lugar de cerrar un flanco, haciendo los cambios que se requieren en el gabinete, abre otro con los intendentes", subraya otro miembro de la directiva de ese partido. Y es que si bien reconocen en los cuatro partidos que nunca se advirtió este cambio ni tampoco se les consultaron nombres, ello no habría sido problema si las modificaciones hubiesen sido satisfactorias. "Pero para que nos ninguneen por cambios tontos como éste no estamos", se queja un senador oficialista.

En el propio PPD -partido en el que milita Vidal- critican el "desatino" del vocero de apoyar el nombramiento de los nuevos jefes regionales, "sólo para mostrarse como el hombre fuerte del gobierno. Pancho va a asumir un costo por esto". En la mesa DC, en tanto, se quejan diciendo que "sería bueno saber si este cambio responde a un diseño de gobierno o es una simple rotación de nombres".

Quien tampoco lo ha pasado bien es el ministro secretario general de la Presidencia, José Antonio Viera-Gallo (PS). El ex senador también ha sido bypasseado en varias oportunidades por Bachelet, pero ha optado por no darle mayor importancia, pese a que para algunos parlamentarios su incomodidad es evidente.

Detrás del cambio de intendentes está la mano del director de la Secretaría de Comunicaciones (Secom), Juan Carvajal, quien lo habría sugerido para afirmar la autoridad presidencial, y tomó por sorpresa hasta algunos integrantes del segundo piso, que no vieron prudente que la gobernante empezara a abrir nuevos flancos de críticas sin cerrar el ministerial. Desde los partidos se cuestionó el currículo de los nuevos nominados y se evaluó como una burda estrategia sacar a Adriana Delpiano, a quien ven como carta segura para instalarla en un ministerio.

La propia Presidenta lo declaró al poco de iniciar su gestión: este gobierno tendría una duración efectiva de dos años. Y ya se acabaron. "Que después de dos años el gobierno termine su instalación sería una buena noticia", ironiza un dirigente de la DC, para quien "después de tres cambios de gabinete y tres ajustes de intendentes, lo único que cabría pedirle a La Moneda para este año es contar con un diseño claro de gobierno".

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