sábado, 9 de febrero de 2008

Amenazas, su casa incendiada y El drama de vivir sitiados en la Araucanía

Domingo 3 de febrero de 2008

Camila Infanta y Fernando Vial
Desde Ercilla, IX Región

"No te vamos a dejar tranquilo... Tenemos un grupo paramilitar... Te tenemos que matar; vamos a violar a tu mujer y tus hijas; acuérdate que tienes un solo hijo", grita un grupo de mapuches desde una colina frente al fundo Montenegro, de René Urban (64).

Son las 14:30 del miércoles 30 y por enésima vez sus tres hijos, su esposa y sus nietos miran escandalizados el video que grabaron para comprobar ante la fiscalía los diversos ataques y amenazas que sufren desde febrero de 2001, y que a la fecha ya suman más de 27.

En la cinta, todo transcurre muy rápido. En un momento, los mapuches están sentados junto a un árbol, en una colina del fundo de al lado y al siguiente, tras escuchar el sonido de un "kull-kull" (cuerno de vacuno utilizado para llamadas), se paran, forman una larga hilera y comienzan las agresiones.

Las piedras que caen sobre el techo del galpón suenan como si fueran disparos. "Son unas bestias estos tipos", dice Urban, sentado en un sillón de cuero a un lado del retrato de Augusto Pinochet.

Hace siete años, cuando el fundo Alaska, de la Forestal Mininco, fue traspasado al pueblo mapuche, la familia Urban comenzó a sufrir las inclemencias del activismo indígena. Su infortunio: el fundo Montenegro, que colinda con Alaska, se convirtió, por razones geográficas, en la siguiente reivindicación de los indígenas.

El último ataque fue hace una semana, cuando un grupo de extremistas prendió fuego a los alrededores de su casa. Aún no hay responsables.

El contingente policial

Escudos, lumas y bombas lacrimógenas son parte del arsenal que mantiene constantemente Carabineros en el improvisado retén del fundo Montenegro, ubicado a unos cuantos kilómetros de la comunidad de Temucuicui que, para muchos, es el epicentro de la actividad insurgente en la zona.

Afuera del retén, un bus de Carabineros y una patrulla. Adentro, sobre una mesa, reposa la foto de Carlos Gutiérrez Quiduleo, el ex lautarista prófugo -que participó en el asalto al Banco Security y posterior homicidio del cabo Moyano-, que se cree estaría escondido en este sector.

Son cerca de 60 policías dispuestos por el fiscal Miguel Velásquez, de Collipulli, para proteger a toda la familia Urban, luego que un grupo de indígenas quemara su casa en 2002. "Ahí estaban todos los recuerdos familiares. Mi hija se acababa de casar y se quemaron todos sus regalos", dice apesadumbrado este sexagenario agricultor.

La nueva casa de René Urban ahora se ubica a 15 kilómetros del fundo Montenegro. El trayecto de tierra es uno de los más vigilados de la zona. Constantemente, una patrulla de Carabineros recorre esta vía que une las localidades de Ercilla y Traiguén (40 kilómetros en total), para vigilar, entre otras cosas, a los camiones de la Forestal Mininco que pasan por ahí.

El único problema es que, luego de la muerte del activista mapuche Matías Catrileo, a principios de enero de 2008 en Vilcún, se han impuesto restricciones a los uniformados. Una de las primeras medidas que tomó la plana mayor de Carabineros fue que sus hombres no usaran más que balines de goma para enfrentar la avanzada insurgente.

Todos con chaleco antibalas

Con un especial corte de pelo, y apresurado, porque Urban ya parte a ver sus vacas, un carabinero vestido de civil corre hacia la camioneta mientras se pone el chaleco antibalas. "Todos llevamos chalecos en los autos y en ciertas ocasiones más tensas los policías nos obligan a usar hasta cascos", asegura Héctor, hijo del agricultor, quien también cuenta con protección policial.

Toda la familia está resguardada. Al lado de cada una de las casas -los tres hijos viven en diferentes sectores de las tierras de René Urban- hay un retén, donde los carabineros pasan las 24 horas del día.

La protección también es interna. Dentro de cada uno de los hogares instalaron unas modernas bombas contra incendios que, al explotar, consumen el oxígeno necesario para detener la propagación del fuego.

Eso sí, no todo es acción, también hay momentos de ocio y humor. Una de las casetas de vigilancia, ubicada en medio del campo, tiene escrito con spray: "Retén Melany", el nombre de la esposa y de la hija menor de Urban.

Nietos debieron cambiarse de colegio

Dos meses demoraron la fiscalía y Carabineros en preparar un plan de acción destinado a resguardar el cambio de los nietos de René Urban de colegio. Un asunto que aún no está resuelto.

Luego de intensos meses de acoso por parte de estudiantes de origen indígena, los pequeños de la familia Urban decidieron abandonar el colegio San Francisco de la localidad de Ercilla. Día a día tenían que escuchar de la boca de sus compañeros -de no más de 10 años- que su padre era un asesino y que iban a matar a su abuelo. No entendían tampoco por qué el juego más codiciado era salir al patio a matar carabineros. Más aún cuando estaban acostumbrados a verlos día a día en la puerta de su casa.

Melany Urban, hija menor de René, técnica en turismo, es una activa trabajadora de la causa que impulsa a su familia. Hace cuatro años volvió a vivir al campo y asumió la vocería del tema, sobre todo, luego de que a su padre le pusieran un marcapasos, producto de la impresión que le causó la quema de su casa.

Así, comenzó a relacionarse con abogados y fiscales. Melany acusa que cada vez que sale de su casa para realizar algunas compras o repartir las comidas a los carabineros que los resguardan, algunos mapuches la "miran feo" o la molestan. "Casi ni puedo salir", cuenta.

Todavía recuerda aquella oportunidad en la que fue a dar plata para la Teletón. Todos los años se hace un evento en el pueblo de Ercilla, y "cuando anunciaron lo que había donado la familia Urban, la gente comenzó a pifiar", dice Melany.

Lo peor, eso sí, pasó al final. "Cuando ya me iba se paró uno de los hermanos Huenchullán en la salida -familia que, según ellos, ha estado detrás de todos los hechos de violencia cometidos contra el fundo Montenegro- y no me dejaba pasar. 'Sal de aquí..., qué te has creído', le dije. Con estos tipos hay que ser fuerte, porque si no creen que uno les tiene miedo y es peor", afirma.

Su hermano Héctor, a quien llaman "Titín", cree lo mismo. Pero, según él, otro gran problema -que afecta no sólo a la familia, sino a todos los propietarios de fundos reclamados por los mapuches en la zona- es el económico. La siembra y posterior cosecha "debe hacerse más barata; trabajando a media máquina. Tampoco podemos tener muchos animales, porque si sufrimos otro ataque podemos perderlo todo".

Tanto es el miedo que se atreven a dar esta entrevista en exclusiva para El Mercurio, porque ayer sábado culminaba la cosecha de trigo. "Si no, no hablamos ni locos, porque de seguro mañana nos quemarían algo", asegura Titín.

La familia lleva muchos años en el sector y les extraña que ocurran estos hechos. Cuando aún estaba viva, la madre del agricultor les hacía clases a muchos de los mapuches de la zona. "Era una persona muy querida y respetada, no sé cómo hacen esto ahora", pregunta Mela, la esposa de René Urban.

"Nosotros los conocemos a todos -agrega Urban-. Cada vez que se paran a tirar piedras contra la casa los llamamos por sus nombres; y también lo hacen los carabineros que están con nosotros. Se esconden altiro".

Por el momento, la familia Urban no ve una salida rápida al conflicto, pero esperan que la sociedad, sobre todo en Santiago, escuche sus problemas. "Esto es terrorismo ciento por ciento", remata el apesadumbrado agricultor.

El descargo de otros empresarios:

"Esto sólo se termina con una guerra civil"

Restaurar casas del 1800 era el proyecto que Osvaldo Carvajal tenía, junto a un banco, en la región del Biobío, y específicamente en la Reserva de la Hacienda Lleu-Lleu. La idea era convertirlas en 17 cabañas de veraneo, con canchas de golf, tenis, piscinas y otros atractivos.

Pero en 1997 extranjeros y mapuches pidieron a Carvajal que les entregara 60 hectáreas, pues, según ellos, les habían sido quitadas en el tiempo de la UP. Él se negó. A los pocos días sufrió un atentado incendiario a metros de las casas. Era una advertencia. Pocos días después le quemaron todas las cabañas de veraneo.

El ataque fue realizado por 120 encapuchados que fueron filmados por la televisión Europea.

Al entender que no tenía nada más que hacer ahí, Carvajal vendió su parte al banco. "A los diez días me enteré que se las había vendido a la plana mayor de la Coordinadora Arauco Malleco. Inmediatamente, hice la denuncia al Ministerio Público, porque considero que eso es un fraude al fisco".

Osvaldo Carvajal, empresario pesquero e inmobiliario, es crudo al dictar sentencia: "El gran culpable de todo esto es el Estado, ya que el Gobierno se ha preocupando más de ellos, los mapuches, que de la violación a los derechos humanos de los propios agricultores de la zona de la Araucanía. Conozco a Urban y sé que lo está pasando pésimo. Un par de carabineros en su puerta no solucionan el problema".

Carvajal sufrió otros dos atentados en su contra antes de irse. Pero muchos de los agricultores que han sido atacados incesantemente aún están en pie.

"Ustedes no se imaginan lo que es este tipo de terrorismo", dice uno de ellos, que prefirió permanecer en el anonimato. "La gente está atemorizada, los agricultores no están invirtiendo. Esto sólo se termina con una guerra civil. Lo malo es que en Santiago 99% de la gente está con la causa mapuche, porque no entienden el problema en profundidad", dice.

"La gente está atemorizada, los agricultores no están invirtiendo. Esto sólo se termina con una guerra civil. Lo malo es que en Santiago 99% de la gente está con la causa mapuche, porque no entienden el problema en profundidad".

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