sábado, 9 de febrero de 2008

La futura senda jesuita: ¿Teología del Progreso o de la Liberación?

Domingo 3 de febrero de 2008

En sus cuatro siglos y medio de existencia, mucha agua ha corrido bajo los puentes de la Compañía de Jesús, que no ha estado exenta de malentendidos, conflictos y tensiones, incluso con la Santa Sede. En las últimas décadas del siglo XX, uno de los puntos álgidos del desencuentro se generó en América Latina, a raíz de la opción de un grupo de teólogos jesuitas de abrazar lo que se denominó Teología de la Liberación.

Tras la elección, hace dos semanas, del nuevo Superior General, el español Adolfo Nicolás, surge la interrogante acerca del rumbo que le imprimirá a la Orden, que a pesar de la crisis de vocaciones sigue siendo la más numerosa de la Iglesia Católica: ¿será un camino progresista o más bien moderado?, es la pregunta de rigor.

"Según la prensa, yo tendría un 50% del padre Arrupe, un 50% del padre Kolvenvach...y por qué no un 10% de Elvis Presley", sonríe el padre Josep Benítez, historiador y director de la revista de la Universidad Gregoriana "Archivum Historiae Pontificiae", recordando las palabras con las que su amigo y coetáneo Adolfo Nicolás le explicó a la prensa la intransable apuesta de la Orden por "los pobres, los manipulados, los excluidos, que aumentan con la globalización".

Para explicar el alcance de estas palabras, el padre Benítez hizo referencia a la "Teología del Progreso", la tesis de doctorado del nuevo Superior, escrita en 1971, en la que "se advierte la diferencia con la Teología de la Liberación, ya que la Teología del Progreso es un concepto más elevado, que ya se encuentra en Kant", afirmó.

La Teología de la Liberación nace posteriormente, conectada a la Teología del Progreso, explica, "específicamente para resolver un gravísimo problema que era el sometimiento de millones de personas bajo el dominio de injusticia".

Como se hablaba de "teología", significaba que "es Dios quien quiere salvar a esas personas: sin embargo, el problema fueron los medios". En su tesis, "el padre Nicolás supo coger el comienzo de una Teología del Progreso, fundada en los pensadores contemporáneos, como Karl Rahner, que tuvo la clarividencia de estudiar la evolución dogmática".

Temidos y admirados, sólidos espiritualmente, cultos y austeros, misioneros por opción, los jesuitas vuelven a estar en la primera línea de fuego de la Iglesia, conducidos por su nuevo Superior, un hombre "culto y muy equilibrado, optimista, convencido de su vocación, lo que hoy no es fácil, y al mismo tiempo una persona con los pies en la tierra, con un estupendo sentido del humor".

De hecho, el padre Nicolás era famoso entre sus compañeros de promoción, no solamente por sus cualidades intelectuales -"era considerado un superdotado"-, sino que también porque "hacía morir de risa con sus imitaciones de Charles Chaplin", concluye el padre Benítez.

Y nunca como en estos momentos cobra vigor una frase que explica la trascendencia de la Orden: "Los jesuitas pueden ser admirados o detestados... nunca ignorados

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