domingo, 30 de septiembre de 2007

¿Nuevas metas -2020- por los mismos caminos?

Editorial El Mercurio, 30 de septiembre de 2007

En su primera cuenta pública, en mayo de 2000, el Presidente Lagos invitó a los chilenos a "trabajar en un gran proyecto común: ...llegar al bicentenario, en 2010, como un país plenamente desarrollado". Este jueves, al presentar al país el proyecto de presupuesto fiscal 2008, el ministro de Hacienda señaló que "en 2020 alcanzaremos los ingresos de un país como Portugal. Entonces podremos decir que somos desarrollados". Sin explicitarlo, Velasco derogó oficialmente la meta fijada por Lagos.Cabe preguntarse si, más allá de esa expresión de voluntad, se están haciendo las cosas del mejor modo posible para alcanzar esa meta y no frustrar nuevamente las expectativas. En entrevista en esta edición, el ministro de Hacienda expresa confianza en que se está actuando con responsabilidad para preservar la estabilidad de la economía, y que la expansión del gasto y la distribución de ese incremento reflejan los énfasis y prioridades de la Presidenta.La Jefa del Estado expresó su satisfacción con la gran cantidad de recursos destinados a educación y salud, en cumplimiento de su compromiso de mejorar la calidad de ambas y de su prioridad de fortalecer la protección social del país.Lamentablemente, la ausencia de un programa político claro no se puede resolver con un plan de gastos -como lo es el presupuesto público-, por ordenado y priorizado que aparezca. La experiencia de los últimos años prueba que la mayor destinación de recursos no asegura los resultados y objetivos buscados, no sólo por los problemas de ejecución eficiente y proba de ese presupuesto, sino también por la equivocada concepción que inspira algunas políticas y programas públicos.La disponibilidad de recursos es un medio para poder ejecutar proyectos que permitan alcanzar el desarrollo -y tanto más en las excepcionales circunstancias de holgura actual-. Pero el camino al éxito de muchos países desarrollados y nuestra propia historia económica demuestran que no basta con la existencia de recursos económicos: éstos se pueden malgastar -y se han malgastado- cuando no existen buenas ideas, falla la capacidad de gestión o se ignoran los estándares éticos. Por el contrario, las buenas iniciativas e ideas ayudan decisivamente a suplir la falta de recursos. Así, los gobiernos de los primeros decenios del siglo XIX fueron de extraordinario desarrollo para Chile, pese a la pobreza y escasez de la época.Del fracaso del Transantiago se culpa a su diseño y su implementación, pero nadie aduce que faltaron medios económicos. Igual sucede con los tribunales de familia. Su crisis no deriva de la falta de aquéllos, sino de una deficiente evaluación de la demanda que enfrentarían.En las antípodas se encuentra la Reforma Procesal Penal, pese a que se implementó en un período de mayor austeridad que el actual. Ahí hubo una acabada reflexión para estructurar esa política pública y buena capacidad para implementarla.Otro tanto puede decirse de los fracasos que reveló la violencia del 11 de septiembre pasado. Ahora sabemos que vistosos planes públicos carecen de adecuada evaluación sobre su efecto en la marginalidad y la violencia observada en muchas poblaciones de Santiago. Y nos enteramos de que el programa de intervención de barrios -ideado por el ex subsecretario del Interior Jorge Correa- fue quedando abandonado durante este Gobierno, sin mayores explicaciones ni política alternativa.Andrés Velasco señala que hay preocupación por la calidad del gasto -en qué y cómo se gasta-. Haciendo abstracción de múltiples señales contradictorias en esta materia, como los escándalos en los PGE o las millonarias pérdidas de EFE, la institucionalidad encargada de esa evaluación es muy precaria: los expertos convocados para esa tarea reportan al mismo Gobierno que los eligió. Para reforzar la evaluación de la calidad del gasto público deben considerarse fórmulas más institucionales, con mayor participación del Congreso y de la Contraloría.De los "temas de Estado" al "pacto social"Preocupado por la urgencia de problemas sociales y la violencia del 11 de septiembre, en el tedeum de Fiestas Patrias el cardenal Errázuriz hizo un llamado "a la unidad y a la búsqueda de consensos". Esta semana, la Presidenta Bachelet pidió a la Alianza RN-UDI celebrar un "gran pacto social" para abordar los "temas fundamentales" del país. Como ejemplos de éstos citó la seguridad ciudadana, agobiada por el aumento de la delincuencia y la violencia juvenil, y la mala calidad de la educación, pero no especificó los alcances de su iniciativa: en qué consiste, cómo se haría efectivo y quiénes serán convocados. La Mandataria quiere que oposición y Gobierno se pongan de acuerdo en semejantes temas fundamentales, pero muchos piensan que su entusiasmo con esa idea responde a las crecientes dificultades del bloque oficialista para concordar planteamientos, metas y caminos para alcanzar estas últimas. En efecto, los gobiernos suelen identificar como "temas de Estado" aquellos en que tienen dificultades y están expuestos a la crítica. El contraste de propuestas es propio y aun imprescindible en una democracia moderna, pues permite a la ciudadanía sopesar las ideas de los actores políticos y optar por unos u otros, pero la exacerbación del conflicto puede privar de eficacia a ese ejercicio de cultura política, en desmedro de quienes esperan una acción del Estado para mejorar sus difíciles condiciones.Sin perjuicio de ello, los "grandes temas" o "temas de Estado", como gustan de decir las autoridades, no están excluidos del debate político ni del análisis crítico de la gestión pública y de las propuestas alternativas en cada área. Por el contrario, dada su importancia, es forzoso que todo sector político tenga un pronunciamiento sobre ellos frente a la ciudadanía, y que ésta los conozca.

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