Pese a la irritación que le causó a la Presidenta el episodio, éste dejó en evidencia realidades que sabe que no podrá ignorar para el anunciado segundo tiempo de su gestión.
BLANCA ARTHUR
1 Crisis del estilo Bachelet en trato con asesores
La sorpresiva renuncia del ministro del Interior, cansado por los desaires de la Presidenta que durante un mes no le contestó el teléfono ni lo recibía, sino que además en los últimos días lo marginó incluso de decisiones propias de su cargo, develó que el estilo de Bachelet para relacionarse con sus principales colaboradores topó fondo.
Como ocurre con otros ministros, Belisario Velasco nunca se sintió "empoderado" para cumplir sus funciones, con el agravante de que era el jefe de gabinete.
Más que reclamar por la permanente inclinación presidencial hacia las posturas del titular de Hacienda, Andrés Velasco, para el ex ministro terminó siendo insostenible que ni siquiera se le comunicaran las decisiones, como sucedió con la fórmula para obtener recursos para el Transantiago.
Una situación similar de falta de respaldo presidencial había motivado que solamente un mes antes, otro integrante del equipo político, como el entonces vocero Ricardo Lagos Weber, también dimitiera de manera previa a que se le pidiera su renuncia, como era un secreto a voces.
Pero esa suerte de aviso de que los ministros no estaban disponibles para continuar en situación de menoscabo no fue suficiente para alertar a la Presidenta de que debía modificar su actitud.
Por el contrario, como era un hecho conocido que Velasco abandonaría el gabinete cuando ella realizara el ajuste que ha estado preparando, lisa y llanamente lo ignoró, detonando la renuncia que incluso pudo haber evitado, porque se asegura que estaba dispuesto a esperar si es que la Mandataria le hubiera dado la oportunidad de expresarle sus aprensiones.
Como a esas alturas estaba operando con el nuevo vocero Francisco Vidal como su hombre fuerte, la humillación al ministro, a pesar de que seguía en funciones, le pasó una cuenta que la conmina, a lo menos, a repensar su estilo distante para tratar a sus colaboradores.
Claro que para sus decisiones más inmediatas -entre ellas, nominar al sucesor del renunciado titular de Interior-, esta misma experiencia podría tener como efecto que Bachelet se incline definitivamente por nominar en los cargos más relevantes a personas de su más estricta confianza, con quienes no arriesgue actitudes de rebeldía como la que protagonizó el saliente jefe de gabinete.
En el entorno presidencial no descartan que como consecuencia de este episodio, la Mandataria decida finalmente poner al propio Vidal en el cargo, aunque por consideración con la DC recurra al alcalde de Valparaíso, Aldo Cornejo, en lugar de Edmundo Pérez Yoma, dado el estilo independiente y carácter fuerte que se le reconoce a éste.
2 La autoridad presidencial en entredicho
Uno de los golpes más duros que le propinó este episodio a la Presidenta fue que lo inédito de la renuncia de un jefe de gabinete ponía por primera vez en entredicho la autoridad presidencial. Tanto es así, que cuando el entonces ministro llegó a su despacho con la decisión irrevocable de dimitir, pese a la irritación que le produjo, intentó persuadirlo para que pospusiera su determinación unos días, hasta que pudiera armar todo su equipo de recambio.
Como no tuvo éxito, la primera decisión de Bachelet fue intentar demostrar que la dimisión de Belisario Velasco no alteraría sus planes de no apurar el anunciado ajuste ministerial que había resuelto postergar incluso para comienzos de marzo.
Fue en ese contexto que encontró la fórmula, que no se usaba hace más de 30 años, de nominar como ministro suplente a quien se desempeñaba como subsecretario de la cartera, Felipe Harboe, a quien, como un indicio de que asumía su cargo en plenitud, le encargó la solicitud de renuncia a los Intendentes que concretó ayer mismo.
Ese mismo cambio de algunos de los jefes regionales antes de lo previsto, lo realizó como una manera de confirmar que ella es la que manda y que hará los ajustes en sus equipos de acuerdo a su propio ritmo, no del que le impongan las circunstancias como el alejamiento de Belisario Velasco o las presiones que comenzaron a surgir desde todos los sectores políticos.
El golpe de autoridad con que la Presidenta Bachelet quiere reinstalar su poder presidencial topa, no obstante, con la posición de los partidos de la Concertación, que consideran que no se puede seguir postergando el cambio de ministros, para lo que están dispuestos a jugarse decididamente.
La idea de los presidentes de la coalición oficialista es persuadir a la Mandataria de que, en la medida en que no realice cuanto antes el ajuste ministerial, será precisamente su imagen la que quedará más dañada por la sensación de desgobierno que implica mantener descabezado al gabinete.
Con cautela, para que no se sienta presionada, intentarán en la reunión que sostendrán en las próximas horas convencerla de que no puede iniciarse el llamado segundo tiempo con un gobierno semiparalizado a la espera de que asuma el nuevo equipo.
3 Desafección concertacionista con el Gobierno
El hecho de que un político con la vasta trayectoria de Belisario Velasco, que representa el ADN de la Concertación, se atreviera a desatar una crisis política que afecta al conglomerado, fue una muestra de la creciente desafección que tienen los dirigentes con el gobierno de Bachelet.
La situación se agrava si se considera que, pese a la actitud desafiante que asumió frente a la Presidenta, el ex ministro no fuera objeto de reproches públicos por su conducta, mientras en privado recibió la solidaridad de prácticamente todo el mundo concertacionista.
Esta realidad no ha pasado inadvertida para el entorno presidencial, donde se admite que para tener un segundo tiempo exitoso, Bachelet está obligada a considerar a los partidos más allá de lo que ella quisiera.
En ese cuadro, no solamente deberá atender sus planteamientos acerca del cambio ministerial, sino en adelante hacerlos más partícipes de aquellas decisiones que atañen a la marcha del gobierno.
Considerando que la misma desafección concertacionista es una de las principales causas de que el oficialismo no tenga la mayoría con que ganó en el Senado, la que también arriesga perder en la Cámara si se retiran de la DC los diputados "colorines", la Presidenta sabe que para no tener más contratiempos en el Congreso debe aprender a cuidar los afectos.
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