miércoles, 20 de febrero de 2008

Fidel Castro: Balance y diagnóstico

Como consecuencia de su torpe gobierno y del disparatado sistema comunista, la calidad de vida se ha agravado terriblemente.



Fidel Castro ha decidido morirse como ex Presidente. Después de medio siglo vestido de verde oliva, disfrazado de guerrillero heroico, es muy difícil gobernar a un país en buzo, sentado en una mecedora. Sabe que sufre un proceso de creciente desnutrición, consecuencia de sus graves afecciones intestinales, que lo irá secando poco a poco hasta matarlo. Por eso, finalmente, ha aceptado pasarle la batuta a su hermano Raúl.

El balance de estos cincuenta años es pavoroso. No hay forma humana de que la historia lo absuelva. Lo impiden dos millones de exiliados, miles de presos políticos -de los que casi 300 todavía quedan entre rejas-, millares de fusilamientos, la ausencia absoluta de libertades, las familias destrozadas, y el mayor fracaso material que registra la historia de las dictaduras latinoamericanas.

Casi todas esas largas tiranías -el paraguayo Stroessner, el nicaragüense Somoza, el dominicano Trujillo- fueron corruptas y atormentaron cruelmente a la sociedad, pero dejaron países más ricos y mejor equipados.

En Cuba ha sido diferente. Como consecuencia del torpe gobierno de Fidel Castro, unido al disparatado sistema comunista impuesto al país, responsable de la improductividad casi asombrosa de la Isla, los cinco elementos fundamentales que miden la calidad de vida se han agravado terriblemente: la alimentación, la vivienda, la vestimenta, el transporte, y las comunicaciones. Más allá de la ideología, la vida cotidiana en Cuba es una pesadilla de incomodidades y carencias.

¿No ha ocurrido nada bueno en ese periodo? Sí: el país dispone de ochocientos mil profesionales, entre ellos 65.000 buenos médicos. Pero ese dato, lejos de eximir de culpas a Fidel Castro, lo incrimina severamente. Sólo un gobernante minuciosamente incompetente puede mantener en la pobreza a una sociedad que cuenta con semejante capital humano. Más aún: Los cubanos educados saben que en todos los rincones del planeta los profesionales forman parte de los niveles sociales medios. Pero por culpa de la revolución, en Cuba ellos viven miserablemente y sin esperanzas.

Creo que el general Raúl Castro comparte este diagnóstico y desea mejorar sustancialmente la vida de los cubanos. Raúl no tiene, como Fidel, una visión ideológica de los problemas sociales, sino práctica. Desde 1959 dirige las Fuerzas Armadas, institución que, dentro del caos general que padece el país, funciona razonablemente bien.

Raúl Castro, en efecto, va a emprender una cautelosa reforma económica: Primero, más espacio para los trabajadores por cuenta propia y el surgimiento de pequeñas empresas privadas familiares que brinden los servicios que el Estado no puede proporcionar. Segundo, autorización para que las personas puedan vender o comprar libremente las viviendas y los autos. Tercero, autorizar la salida y entrada del país a los cubanos.

No hay prevista una reforma política en dirección de la democracia, pero sí la excarcelación progresiva de los presos de conciencia y una mayor tolerancia a la disidencia interna, acompañada de un clima más abierto dentro del PC, en el que nadie tema sufrir persecución por ello. También es probable que Raúl renuncie al clima de permanente confrontación internacional ensayado por su hermano. Sus dos grandes y secretos objetivos son hacer la paz con Estados Unidos y lograr que la economía de la Isla sea autosuficiente.

¿Por qué? Raúl, que tiene 76 años, sabe que no le queda mucho tiempo para lograr revitalizar la economía y fortalecer la institucionalidad, destrozada por el peso de Fidel, para dotar al país de una manera legítima de transmitir la autoridad cuando él también falte de la escena.

El último regalo envenenado que le había dejado Fidel era el liderazgo postizo de Hugo Chávez, unido a la sugerencia de la unión entre las dos naciones. Pero Raúl no ignora que colocar el destino de Cuba en manos de Chávez, como deseaba Fidel, más que una estupidez, sería una irresponsabilidad suicida.

¿Qué hará desde hoy Fidel Castro? Seguramente, respaldará al sector más estalinista, y ejercerá de francotirador, saboteando las reformas con sus comentarios periodísticos, convencido de que la humanidad espera con ilusión sus expresiones de excelsa sabiduría para comprender la realidad. Así son los narcisistas, incluso con un pie en la tumba. Como se ha dicho tantas veces: genio y figura hasta la sepultura.

El balance de estos cincuenta años es pavoroso. No hay forma humana de que la historia absuelva a Fidel

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